El pequeño olvido
Desprenderse de una realidad no es nada,
lo heroico es desprenderse de un sueño.
Rafael Barreti.
Hoy estuve leyendo unas cartas, unas cartas de hace algunos años, y no me reconocí, a veces es difícil reconocerse a sí mismo cuando ha pasado tiempo, a veces si recuerdo las películas americanas, cuando salen esos videos de los setenta y la gente grita admirada “¡mira qué felices éramos!”, yo no creo que me reconociese ni aunque me mirase en el espejo, soy como el humo, no recuerdo mi forma anterior, y no quiero recordarla, soy como un muerto sin parientes, un nombre en alguna parte, un pequeño olvido y quizá, con suerte, un pequeño olvidado. Olvidado de mí no necesito personaje para una novela, porque el olvido no necesita de personajes, todos nacen y mueren en él y cuando viven lo hacen efímeramente, sólo olvidados, exiliados de la vida y de la vista, exiliados de nuestra propia memoria que se aborrece al vernos, desfigurados, sin saber si eso es un espejo o una ventana, porque no sabemos si es nuestro reflejo o alguien al otro lado, con el rostro compungido porque tampoco nos recuerda a nosotros.
Alguien me dijo una vez que lo mejor de una novela son los personajes, alguien dijo una vez de mí que creía que había alcanzado la madurez literaria, triste de mí, ya no recuerdo quien me lo dijo, con suerte espero que fuese una mujer, y que me quisiera, pero no lo recuerdo. El olvido no es justo, eliminó todos los personajes de mi vida, incluso me eliminó a mí, su dueño, cómo voy a hacer ahora para seguir adelante.
Leo: “El futuro no es ya lo que solía ser” Arthur C. Clarcke; eso es cierto, un día seguro que planeé un bonito futuro, hoy ya no sé si estoy en ese futuro, quizá el futuro me eligió a mí, es posible, no sé por qué estoy aquí, sólo sé que he llegado, es como si mis pies hubieran andado solos, sin pedirme permiso.
Necesito una señal, algo que me indique que mis pasos no son de mentira, me hallo en un laberinto, del que ni siquiera sé si me quiero marchar, huyo, eso si, al menos hacia delante, tengo miedo de lo que fui, por si pesa algún día en lo que seré, por si pesa en mis gritos y sobre todo por si pesa en mis silencios.
A veces parece que nada de esto tiene sentido, que tan sólo somos muertos de vacaciones, que miramos sin ver, sólo con la vista perdida en el vacío del futuro, pero el tiempo me trajo a donde yo no quise, este camino lleno de desconciertos y de voces simples y vacías que no me dicen nada, que no me aportan más que sufrimiento y olvido.
Creo que la vida comenzó como un pequeño olvido, un día a algún Dios se le olvidó encender las estrellas, vivíamos como seres olvidados, inertes, perdidos en la memoria de los dioses porque no eran capaces de vernos, seguro que alguno lloró, como un niño pequeño olvidado, en el albor de los tiempos, lo primero no fue la luz, fue la lágrima, Dios, que no veía qué o quién lloraba, dijo “hágase la luz”, y todas las estrellas del cielo se encendieron, entonces, los ángeles que volaban a ciegas, cubrieron el cielo de un manto azul, porque sus ojos no podían observar tanta belleza de golpe, los hombres poco a poco fueron despertando y viendo se hallaban, Dios vio que había hecho bien, y les dio a cada uno un ángel, para que les mostrara la belleza del mundo, pero la belleza no puede ser contemplada en todo momento, porque la belleza daña, por eso dio a cada hombre un cuerpo, para que la belleza no se viese en todos, todos eran bellos por dentro, pero no todos lo eran por fuera, porque si no hubiesen muertos en pocos días, así los vistió de fealdad, para que fuese más difícil ver la belleza, pero les dio un don a cada alma, el don de ver la belleza interna si ellos querían, y así fue como algunos, cuando miraban con detenimiento conseguían ver lo que había dentro, la luz que había dentro de cada uno. Pero no todos lo consiguieron, y la gente se olvidó de que un día fueron buenos y bellos, de que un día fueron luz, y discutieron, porque ahora eran distintos, porque ahora fueron ellos los que sufrieron un pequeño olvido.
Olvidé mi primer beso, sé que juré que no lo haría, pero lo olvidé, trato de recordarlo, y no sé como meterlo en mi cabeza, quiero volver a sentir que cada beso es el primero, quizá por eso estoy olvidando muchas cosas, porque quiero volver a sentirlas como antes, a llorar de emoción, a lamentarme y aprender de todo como si me ocurriera ahora, quiero recuperar retazos de mi olvido, porque sé que fueron bellos, porque sé que fueron injustos, pero fueron, y lo que fue, fue y no se puede cambiar.
No sé, pero me temo que no sé enfrentarme al vértigo de la memoria, al saber que existió un ayer. Hoy no tengo de que arrepentirme, porque sin memoria ni siquiera soy un ser, soy sólo el traje que me dio Dios, ese traje que ni siquiera reconozco, y ahora acometo el volver al olvido como madre de mi corazón, como ángel de mi guarda, como baza de mi rendición, como mi bandera blanca…
Creo que soy indigno de mí, indigno de mis propios avatares, de mis sentimientos, que no sé llorar por algún motivo, porque aunque me duele, no lloro, no sufro, solo lamento, agonía, como si de otro se tratase y sólo fuera dolor ajeno, como cuando ves a esos niños morirse de hambre en la tele, no eres tú, a ti no te duele el estómago, no se te hincha el cuerpo por la desnutrición, tú no estás viendo a la gente morir a tu alrededor con la vana esperanza de no ser el próximo, sin embrago te duele, como presagiaba Hemigway en “¿Por quién doblan las campanas?” ya desde el principio te advierte de que nunca preguntes por quién doblan, porque también lo hacen por ti.
1 comentario
martin caniumil -
la melancolia profunda naturalmente es parte de mi.
me hacen reflexionar las palabras melancolicas, y sus silencios tambien.
las cosas ya no son iguales, ya no tengo la valentia como para mirar a los ojos a las personas, me canso de reír, las negras nuves me dicen que todo ha acabado, la fria lluvia me dice a gritos que la felicidad de mi se ha ido, en el negro margen de sus ojos esta escrito: como pude imaginarme mil veces, como mil lagrimas de amor, que eras para mi.